lunes, 31 de octubre de 2011

Caperucita, 1; Manhattan, 2




El final estaba equivocado.

MARTÍN GAITE, Carmen: Caperucita en Manhattan, Madrid, Siruela.

La autora de esta versión del cuento de Caperucita Roja que Charles Perrault publicó en 1697 fue una reconocida pluma de las letras españolas. De hecho, Carmen Martín Gaite (Salamanca, 1925) obtuvo, antes de su fallecimiento en 2000, distinciones tan reconocidas como el Premio Nadal -logrado tan sólo tres años después de publicar su primera novela-, el Nacional de Literatura y el Príncipe de Asturias de las Letras.

Caperucita en Manhattan se publicó por primera vez en 1990 y ya va por su 44ª edición, lanzada el pasado mes de junio. Pese a este precedente, y teniendo en cuenta que su autora fue una afamada escritora, he de reconocer que no había hablar nunca antes de esta versión del cuento de Caperucita Roja. Quizá es porque nunca fue una de mis historias preferidas en la niñez -jamás llegué a empatizar con el lobo- pero la curiosidad por ver cómo se planteaba esta historia en los tiempos modernos y el hecho de que la acción transcurriera en Nueva York, una de las ciudades que me gustaría visitar, fueron los motivos para decantarme por esta historia como una de las cinco lecturas de la asignatura. Lo tuve tan claro desde el principio que ha sido uno de los dos únicos libros propuestos que me he comprado; los tres restantes los pedí prestados en la biblioteca municipal de mi ciudad.

No obstante, he de reconocer que, como ya me sucedía con el original, esta versión no ha terminado de convencerme. Y es curioso porque, de entrada, leer la historia de una niña que defiende la libertad como única forma posible de encarar la vida ya suponía muchos puntos a favor de la obra. Pero, en mi opinión, se ha quedado a medio gas y no ha llegado a impresionarme tanto como pueden haberlo hecho las lecturas anteriores (Memorias de una vaca o La Catedral, por ejemplo). Hay que reconocer que se rompen muchos de los esquemas del cuento original y que, en realidad, podría decirse que Sara Allen, la protagonista de esta versión, es a Caperucita como el anverso de una moneda a su reverso, pero la obra no ha terminado de gustarme. Demasiado plana. Pese a ello, hay una excepción: el personaje de Miss Lunatic, muy cinematográfico y ciertamente fantástico, que me ha resultado interesante. Con todo ello, creo que el libro podría ser apropiado como lectura de clase al ser una defensa a ultranza de la libertad individual, un tema muy apropiado precisamente en la adolescencia, en la que predomina el deseo de sumarse a la masa, pero lo que sí tengo claro es que debería proponerse para edades tempranas, es decir, segundo o tercer curso de la ESO por la sencillez del estilo de la autora, que facilita su lectura y comprensión. Algo debe de funcionar en él cuando lleva ya más de cuarenta ediciones.

Y, en cuanto a mi opinión personal, quizá es que me ha sucedido todo lo contrario de lo que se proponía su autora cada vez que se enfrentaba a una historia: yo no he sido una lectora activa y fiel dispuesta a que la obra me contara lo que buenamente quería porque lo cierto es que no pude dejar atrás a la Caperucita original que nunca me llegó a gustar. Y porque entre ella y Manhattan, lo tengo muy claro: yo me quedó con el jamón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario