domingo, 23 de octubre de 2011

La Catedral, o cómo vivir una aventura medieval




Pero supongo que un hombre no puede escapar a su destino, y que si la naturaleza te dotó de un don tan prodigioso ha de ser por alguna razón.

MALLORQUÍ, César: La Catedral, Madrid SM.

La Catedral vio la luz en 2000. Obra del barcelonés César Mallorquí (1953), que antes de dedicarse por completo a la escritura fue periodista y creativo publicitario, se llevó el premio Gran Angular de ese año. El autor novela en ella la historia del joven artesano Telmo Yáñez, que inicia un viaje desde Estella (Navarra) hasta la Bretaña francesa para colaborar en la construcción de una catedral e investigar la desaparición del maestro que inicialmente dirigía las obras. El joven se verá entonces envuelto en una intrigante trama en la que irán apareciendo diferentes personajes que retratarán una Baja Edad Media caracterizada por el peso de la religión sobre el arte y las luchas entre las diferentes órdenes religiosas.

Personalmente, he de confesar que este libro no estaba entre mis prioridades a la hora de elegir las lecturas de la asignatura y que el motivo que me llevó a incluirlo en ellas fue la mera presencia, y disponibilidad, en la biblioteca municipal. No obstante, reconozco que La Catedral me enganchó prácticamente desde el primer capítulo y la causa fue el estilo del autor: escrita de forma sencilla, la obra atrapa al lector con una historia que César Mallorquí va dosificando perfectamente. De hecho, quizá sea un recurso un poco pueril -o juvenil, si se prefiere- pero terminar los capítulos insinuando lo que sobrevino después cuando esto supone una ascensión hacia el clímax, y aunque se podría pensar que se abusa ligeramente de este recurso, funciona a la perfección cuando lo que se pretende es encantar al lector para que siga inmerso en las páginas. Me parece que la novela está muy bien narrada y, sobre todo, muy bien tramada: todos los cabos quedan atados al final -pese a que el libro se cierra con un fin abierto, dejando a Telmo a punto de iniciar nuevos viajes, físicos e iniciáticos-, cobrando sentido detalles que el autor ha ido colando en las páginas anteriores y que, en un primer momento, pudieron parecer insignificantes. El desenlace de los hechos, además, se va desarrollando de forma cronológica e in crescendo, de forma que el devenir de nuevos problemas o misterios no cesa hasta el último momento. Por otro lado, me parece que el estilo del autor es muy descriptivo, lo que agiliza, sin duda, la lectura, y en ciertos momentos me parecía estar viendo una secuencia de alguna película. Y, como siempre que leo una novela histórica, terminé preguntándome qué podía haber de real en ella ya que, además, el propio autor juega con esta posibilidad al citar al final un símbolo masónico ideado presuntamente por el protagonista y presente, asegura, en muchas construcciones medievales. Internet me permitió averiguar que al menos el pueblo en el que se desarrolla la mayor parte de la historia, Kerloc'h, existe, y fue visitado por el propio autor de la novela cuando la estaba escribiendo, como detalla en su blog (fraternidadbabel.blogspot.com). De hecho, la fotografía que encabeza este comentario pertenece al lugar; a la izquierda se sitúa la zona en la que se hubiera levantado la catedral.

Como lectura para los adolescentes, opino que puede funcionar perfectamente por varias razones, pero, sobre todo, por la propia historia y por cómo se cuenta. También podría ayudar el hecho de que el protagonista es un joven, lo que contribuiría a una mayor identificación de los lectores, y, aunque estar ambientada ocho siglos atrás podría dificultar esa conexión, me parece que el estilo y la trama conseguirían, en muchos casos, superar esa inicial adversidad. De hecho, creo que la principal virtud que La Catedral podría tener en clase es la de fomentar la lectura entre los jóvenes, aunque también podría servir para trabajar cuestiones históricas o teológicas y, centrados en la competencia lingüística, ahondar en un vocabulario específico, teniendo en cuenta que el libro está plagado de un léxico que, seguramente, los jóvenes de ahora no utilicen o, incluso, desconozcan.

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