Campos de fresas es una exitosa novela del escritor catalán Jordi Sierra i Fabra, publicada por primera vez en 1997. Desde entonces ha sido reeditada en numerosas ocasiones, gracias a la buena acogida que ha recibido por parte del público adolescente, lo que demuestra que el autor ha sabido utilizar, con gran éxito, las técnicas y mecanismos de enganche.
Para empezar, en nuestro primer contacto con la obra y antes de comenzar su lectura, la portada nos despierta emociones contradictorias, o por lo menos sugestivas, con la combinación de título e imagen: Campos de fresas, un título con evidentes connotaciones positivas, junto a la fotografía en blanco y negro de una chica triste y preocupada. Y por si acaso el lector no ha podido intuir aún el contenido de la obra, en la contraportada se define como novela realista sobre las drogas de diseño.
Si durante la lectura encontramos una alusión a los Beatles, entre los paratextos del libro aparecen dos citas, de dos de los componentes del grupo, relacionadas con el argumento de la novela: Nada es real, no hay nada por lo que preocuparse. Campos de fresas para siempre (J. Lennon). Toda esa gente solitaria, ¿de dónde ha salido? Toda esa gente solitaria, ¿adónde pertenece? (P. McCartney).
El libro no está presentado en capítulos, sino en pequeños fragmentos divididos en función del tiempo. La diferencia entre dichos fragmentos suele ser de minutos, aunque a veces es de escasos segundos, o incluso inexistente. En cualquier caso, el tiempo es un aspecto fundamental en la estructura de la obra: la historia transcurre en menos de 24 horas y todo en ella contribuye a acelerar los sucesos y, por lo tanto, a agilizar la lectura.
El narrador, omnisciente, conoce los pensamientos de todos los personajes, y este privilegio le permite jugar con el foco de visión, puesto que cada fragmento, además de marcar un cambio temporal, supone un cambio de personaje, de punto de vista. La redacción del texto intenta reflejar las reflexiones de los personajes frente a la tragedia que acontece y, por ello, en muchas ocasiones las frases son cortas e inconexas, como los propios pensamientos de una persona. Esta técnica, junto a la abundante presencia de diálogos, contribuye a la aceleración progresiva del tiempo que antes comentamos, pero también al aumento de la tensión o intriga por conocer el desenlace de la historia.
Ya hemos anticipado que Campos de fresas, a pesar de su título, trata de las drogas de diseño que consumen los adolescentes cuando salen de fiesta. También se plantea el problema de la bulimia a través de un personaje que padece esta enfermedad. Desgraciadamente los temas que Jordi Sierra nos presenta en su novela son de gran actualidad, y quizá en ello radique también el éxito que ha tenido y sigue teniendo entre los jóvenes. Pero es importante señalar que no se trata de un libro de autoayuda, sino de la historia de unos jóvenes que toman unas decisiones -en este caso no muy acertadas- y se enfrentan a las consecuencias de sus actos. Los modelos de juventud que aquí aparecen son muy variados (chicos estudiosos y responsables, chicos que apenas tienen relación con sus padres, jóvenes que solo viven para salir de fiesta y disfrutar...), de forma que para el lector adolescente será fácil identificarse con alguno de ellos.
En cualquier caso, el grupo de amigos que en esta historia es protagonista, se ve obligado, como decíamos, a enfrentarse a situaciones muy duras, para acabar aprendiendo de ellas. Un claro ejemplo es el caso de Eloy, cuya percepción de la adolescencia cambia de golpe y siente como si de repente hubiera madurado y se hubiera hecho más viejo.
Toda la historia transcurre en un mundo -un tiempo y un espacio- que es el propio del adolescente. Al situarse en una época actual, el ahora de la lectura, de la vida del lector y de los hechos del protagonista se asimilan y todo ello, junto al uso del registro coloquial, hace que el lector se vea reflejado en cada palabra, acción y pensamiento.
Para empezar, en nuestro primer contacto con la obra y antes de comenzar su lectura, la portada nos despierta emociones contradictorias, o por lo menos sugestivas, con la combinación de título e imagen: Campos de fresas, un título con evidentes connotaciones positivas, junto a la fotografía en blanco y negro de una chica triste y preocupada. Y por si acaso el lector no ha podido intuir aún el contenido de la obra, en la contraportada se define como novela realista sobre las drogas de diseño.
Si durante la lectura encontramos una alusión a los Beatles, entre los paratextos del libro aparecen dos citas, de dos de los componentes del grupo, relacionadas con el argumento de la novela: Nada es real, no hay nada por lo que preocuparse. Campos de fresas para siempre (J. Lennon). Toda esa gente solitaria, ¿de dónde ha salido? Toda esa gente solitaria, ¿adónde pertenece? (P. McCartney).
El libro no está presentado en capítulos, sino en pequeños fragmentos divididos en función del tiempo. La diferencia entre dichos fragmentos suele ser de minutos, aunque a veces es de escasos segundos, o incluso inexistente. En cualquier caso, el tiempo es un aspecto fundamental en la estructura de la obra: la historia transcurre en menos de 24 horas y todo en ella contribuye a acelerar los sucesos y, por lo tanto, a agilizar la lectura.
El narrador, omnisciente, conoce los pensamientos de todos los personajes, y este privilegio le permite jugar con el foco de visión, puesto que cada fragmento, además de marcar un cambio temporal, supone un cambio de personaje, de punto de vista. La redacción del texto intenta reflejar las reflexiones de los personajes frente a la tragedia que acontece y, por ello, en muchas ocasiones las frases son cortas e inconexas, como los propios pensamientos de una persona. Esta técnica, junto a la abundante presencia de diálogos, contribuye a la aceleración progresiva del tiempo que antes comentamos, pero también al aumento de la tensión o intriga por conocer el desenlace de la historia.
Aunque apenas hay descripciones, es interesante destacar algunas, ya que muestran una visión muy dura y crítica de las consecuencias que puede tener jugar con las drogas o la alimentación:
Miró sus dedos...los tenía sin uñas, doblados...miró sus dientes, con las encías descarnadas, colgando como racimos de uva seca...miró sus pies...llenos de callosidades... Era un monstruo.
Ya hemos anticipado que Campos de fresas, a pesar de su título, trata de las drogas de diseño que consumen los adolescentes cuando salen de fiesta. También se plantea el problema de la bulimia a través de un personaje que padece esta enfermedad. Desgraciadamente los temas que Jordi Sierra nos presenta en su novela son de gran actualidad, y quizá en ello radique también el éxito que ha tenido y sigue teniendo entre los jóvenes. Pero es importante señalar que no se trata de un libro de autoayuda, sino de la historia de unos jóvenes que toman unas decisiones -en este caso no muy acertadas- y se enfrentan a las consecuencias de sus actos. Los modelos de juventud que aquí aparecen son muy variados (chicos estudiosos y responsables, chicos que apenas tienen relación con sus padres, jóvenes que solo viven para salir de fiesta y disfrutar...), de forma que para el lector adolescente será fácil identificarse con alguno de ellos.
En cualquier caso, el grupo de amigos que en esta historia es protagonista, se ve obligado, como decíamos, a enfrentarse a situaciones muy duras, para acabar aprendiendo de ellas. Un claro ejemplo es el caso de Eloy, cuya percepción de la adolescencia cambia de golpe y siente como si de repente hubiera madurado y se hubiera hecho más viejo.
Toda la historia transcurre en un mundo -un tiempo y un espacio- que es el propio del adolescente. Al situarse en una época actual, el ahora de la lectura, de la vida del lector y de los hechos del protagonista se asimilan y todo ello, junto al uso del registro coloquial, hace que el lector se vea reflejado en cada palabra, acción y pensamiento.
Evidentemente Campos de fresas es una novela con unos mecanismos de enganche muy eficaces: la elección del título, el estilo de la narración, el tratamiento del tiempo, la cosmovisión del adolescente... Y, en este sentido, es innegable el éxito y la buena acogida que puede tener en el aula de secundaria. Por ello, la seleccionaría para 3º ó 4º de la ESO, pero no como lectura única, sino acompañada de otras para que el alumno pudiera escoger entre varias según sus gustos.
Para finalizar, me parece interesante comentar el apartado de agradecimientos, donde el autor señala que no todas las personas que han estado en la misma situación que Luciana han tenido su mismo final feliz.
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