miércoles, 16 de noviembre de 2011

LA CASA PINTADA


Monserrat del Amo, una de las escritoras más emblemáticas de la literatura infantil española, fue galardonada con el Premio CCEI al Mejor Libro del Año por La Casa Pintada en 1991, una novela corta en la que nos cuenta la historia, las primeras aventuras, de un joven chino llamado Chao, cargado de imaginación, pero sobre todo de valor para llevar a cabo sus sueños.

Chao vive en una pequeña aldea cerca de Pekín, junto a sus padres y su abuelo. Estos tres personajes carecen de nombre propio, y son presentados como Madre, Padre y Abuelo, resaltando su importancia en la vida del protagonista y en su relación con él. De entre ellos, especial relevancia tiene el abuelo en la formación del pequeño Chao, puesto que, a diferencia de su padre, que procura mantenerle con los pies en la tierra, situarlo en la realidad, su abuelo le aconseja y le apoya siempre en la búsqueda de sus deseos, ya que sus palabras ayudan a crecer, como crece el grano de arroz con la lluvia de la primavera. Sucede lo mismo que en los cuentos de hadas tradicionales, en los que los personajes, esquemáticos, no poseen nombre propio. Solo Chao lo posee y será el único que experimente un cambio en su personalidad, una maduración.

Ya desde el primer capítulo aparece la casa pintada que da nombre al libro -centrando así la atención en este objeto- y que se convertirá para Chao en una obsesión. Dicha casa es el palacio del emperador, el único edificio pintado de colores frente al resto de casas pintadas todas de negro. La fascinación que le produce llevará al protagonista a perseguir su sueño y convertirlo en el objetivo de su vida: vivir en una casa pintada será su meta.

Mientras la mayoría piensa que el sueño de Chao es absurdo e inalcanzable, pues solo el emperador tiene ese privilegio, su abuelo le apoya en su conquista de los colores -que representan los elementos naturales: agua, tierra, fuego y aire-, porque si en algo son iguales Chao y el emperador es en su condición de hombres:
Prometo que algún día conseguiré mi casa pintada. Míos serán el verde, el azul, el rojo, el blanco y el amarillo.

Gracias a este reto, el pequeño Chao aprenderá los valores de la vida, la importancia de ser uno mismo y tener criterio propio, de perseguir los propios sueños y seguir adelante, porque , aunque a veces la vida nos lleve por caminos inesperados, esos caminos desconocidos también pueden conducirnos a la meta.

La novela está presentada en capítulos cortos, con grandes ilustraciones y un lenguaje que no presenta dificultad alguna. En la edición que yo he manejado, las ilustraciones son en blanco y negro. En este sentido, creo que se produce un contraste no solo con el título, en el que se hace alusión a una casa pintada, sino también con el argumento más explícito de la obra: la búsqueda de los colores, puesto que en el libro no aparece ninguna pincelada de color, influyendo así, desde mi punto de vista de manera negativa, en el "enganche" del lector.

El relato presenta una estructura lineal, en la que el narrador cuenta los hechos de manera cronológica a partir del segundo capítulo, puesto que el primero funciona como introducción y presentación del protagonista, su guía y su objeto de deseo: la casa pintada. A lo largo de la historia apenas aparece el diálogo, ya que es el narrador quien, de manera omnisciente, narra las acciones e introduce los pensamientos de Chao.

A la pregunta de si lo seleccionaría como lectura para secundaria he de responder que no, ya que, personalmente, no me ha gustado el estilo del ya mencionado narrador omnisciente, que utiliza el presente para contar acciones y pensamientos del protagonista.

Por otro lado, hay que tener en cuenta el espacio en el que transcurre la acción: los hechos suceden en "la otra parte del mundo", en China, una sociedad totalmente diferente a la nuestra. Esto puede provocar en el lector adolescente dos reacciones diferentes: si siente curiosidad por esta cultura, se sumergirá con facilidad en las páginas de este libro, como una manera también de conocer la infancia y juventud de un niño chino -al que, por ejemplo, a una edad muy temprana se le considera ya mayor para trabajar-; pero, si por el contrario el lector no consigue identificarse con el protagonista y su mundo, se producirá en él un fuerte rechazo.

A pesar de ello, la lectura de La Casa Pintada deja en el lector un buen sabor de boca por el tema y los valores que difunde, sobre todo gracias a la esperanza y perseverancia que muestra este simpático niño a la hora de perseguir su sueño. No en vano se pregunta el protagonista: ¿es posible triunfar fracasando? Esta historia nos demuestra que sí.

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