sábado, 12 de noviembre de 2011

MEMORIAS DE UNA VACA


Bernardo Atxaga, licenciado en Ciencias Económicas, ha desempeñado oficios variopintos hasta que, definitivamente, a comienzos de la década de los ochenta, consagró su quehacer exclusivamente a la literatura. En el conjunto de su obra, donde encontramos libros destinados tanto a jóvenes como a adultos, destaca su novela Obabakoak, por la que obtuvo el Premio Nacional de Narrativa en 1989. Memorias de una Vaca, novela situada dentro de la literatura infantil y juvenil de este autor, fue publicada por primera vez en 1992, contando en el 2010 con 36 ediciones.

A primera vista, vemos en la portada la cara de una vaca y un título muy sugerente y descriptivo que nos permite anticipar el contenido y la forma: la historia o vida de una vaca contada por ella misma, a modo de diario. Además de esto, lo más relevante que podemos observar es la editorial -SM en la colección de El Barco de Vapor (36º edición)-, y la edad recomendada: a partir de 12 años.

El libro consta de 168 páginas divididas en nueve capítulos, cada uno de ellos con un largo título que resume el argumento del mismo. La letra es grande y no aparece ningún tipo de ilustración. En mi opinión, el texto es lo suficientemente connotativo como para no necesitar este apoyo visual.

En cuanto al relato, ya hemos anticipado la estructura que presenta: se trata de una autobiografía, de un narrador protagonista que cuenta en primera persona la historia de su vida. Esta estructura permite al narrador manipular el tiempo y la acción al servicio de la expectativa, de forma que consigue crear en el lector una intriga que va aumentando capítulo a capítulo, mediante:
  • la presentación progresiva de acontecimintos misteriosos que no serán esclarecidos hasta el quinto o sexto capítulo.
  • la anticipación de información: Efectivamente volverían a sonar los disparos... y aquel hombre... iba a perder la vida.
  • la finalización de los capítulos en un momento de suspense o tensión: Sin embargo, no fue exactamente eso lo que pasó, ya que en mi camino se interpuso Gafas Verdes, la persona más maligna que yo haya conocido nunca.
Otra muestra de la manipulación que el narrador hace de la acción es la intercalación de las historias de Pauline Bernardette, historias que relajan y amenizan el desarrollo de la trama y, en definitiva, la lectura.

El último aspecto a mencionar en cuanto a la estructura es el final, puesto que, si bien se han cumplido los objetivos que se proponía la protagonista (contar determinados aspectos de su vida), el final queda abierto, al dejar las memorias voluntariamente incompletas.

Dichas memorias nos hablan de Mo, una vaca nacida en el País Vasco en 1936, que, al igual que las demás vacas, tiene la capacidad de hablar no sólo con las personas sino también consigo misma, gracias a una voz interior que todas poseen y que desempeña, en el caso de Mo, la función de guía o maestro, ayudándola a desarrollar un pensamiento crítico y a valerse por sí misma. Gracias a este esquema abunda el diálogo que, como señala Gemma Lluch, crea un ritmo rápido e introduce los pensamientos de la protagonista. Este mecanismo discursivo acerca lo narrado al lector y crea una sensación de realidad. Sin embargo, el hecho de que la protagonista del libro -y muchos otros personajes- sea un animal, puede dificultar la identificación del lector con la misma. Pero esto, que desde mi punto de vista sería un aspecto negativo, queda subordinado a la historia y a la perspectiva con la que el autor nos la presenta.

Mo nace el mismo año en el que comienza la Guerra Civil y se ve inmersa en una serie de acontecimientos que al principio no comprende. Se trata de una novela de aprendizaje porque en los primeros capítulos Mo describe sus primeros años de vida y nos encontramos con una vaca rebelde y testaruda que cree saberlo todo y que se enfrenta continuamente a su voz interior, a la que llama El Pesado. Poco a poco, debido a los acontecimientos que se suceden, Mo va aprendiendo de sus experiencias y desarrollando un pensamiento adulto que le permite pasar del rechazo a su condición de vaca -pues sufre varias crisis de identidad- a la aceptación y valoración de sí misma por quien es y por como es. De hecho, en el capítulo nueve llega a reconocer y a agradecer toda la ayuda que su voz interior le ha prestado. Evidentemente se ha producido en ella un proceso de maduración y, desde este punto, ha reflexionado y escrito los acontecimientos mas importantes de su vida.

Como conclusión a todo esto he de decir que, efectivamente, utilizaría este libro como lectura obligatoria en secundaria (en el segundo curso del primer ciclo) porque, además de los aspectos positivos que he descrito y a pesar de alguno negativo que he señalado, este libro introduce al lector en el mundo de la posguerra de una manera muy amena (un mundo que realmente no es tan lejano), gracias a los tintes de humor que incorpora:
No hay una cosa más tonta que una vaca tonta

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