Acabo de leer “La casa pintada” de Montserrat del Amo y me ha parecido un libro muy interesante para trabajarlo en el aula por varios motivos. Primero, es una historia que se desarrolla en una aldea cerca de Pekín, por tanto, nuestros protagonistas son chinos y esto puede ofrecer a los alumnos otra visión de la realidad desde otros ángulos y otros horizontes diferentes a los suyos y segundo porque encierra una gran moraleja en su interior.
Chao es un niño que viaja con su abuelo a Pekín para vender las verduras en el mercado central. La primera vez que su abuelo lo lleva a Pekín, metido en su cesta de la verdura, descubre la residencia del Emperador de China, la casa pintada, que se destaca sobre el resto de edificaciones de la ciudad porque está pintada de verde, azul, amarillo, rojo y blanco. Chao se queda prendado de la casa y de la viveza de colores que la componen y decide que él quiere vivir en una casa formada por esos colores.
Este es el arranque de la historia, en la que el protagonista se afana por ir conquistando los colores como método de conseguir su propósito en la vida; no ceja en su empeño a través de varios métodos de finalmente entrar en la casa del Emperador y tener los colores bajos sus pies.
En medio de este propósito, la historia nos va ofreciendo pinceladas de sabiduría zen, representadas en el abuelo de nuestro protagonista confiriéndole mucha importancia también a la relación con la naturaleza y a las señales que ésta nos envía. Para la familia protagonista, que vive de cultivar el campo, la naturaleza y la madre tierra lo son todo y es por esto que se las trata con el máximo respeto.
Aparte de las peripecias de Chao para conquistar los colores, también dentro de la narración aparece una historia de amor con su vecina Li, que le ayuda desde el primer momento en su propósito y acaban muy unidos al final del relato.
La última parte, la más trepidante del mismo, encierra la gran moraleja de la historia. Cuando Chao y Li están camino de Pekín para cumplir su sueño, deciden arriesgar sus vidas por salvar las de otros y gracias a sus habilidades de equilibristas lo consiguen. Cuando Chao vuelve a su pueblo derrotado, cree que todos se van a reír de su fracaso, pero muy al contrario, lo esperan con los brazos abiertos y una muy grata sorpresa. Chao se da cuenta que lo que siempre había querido no tenía por qué ir a buscarlo a Pekín y entrar en la casa del Emperador, sino que lo podría tener en su propia aldea, con su gente y sus amigos alrededor. Una novela que habla de la entrega, la solidaridad, el valor de lo cotidiano y lo simple y la superación.
Creo que es una lectura que puede dar mucho de sí para trabajar en el aula. Podría utilizarse a partir de 1º o 2º de la ESO, porque aunque su lectura es muy sencilla, es necesario cierta madurez para leer entre líneas.
Una lectura muy recomendable y que nos puede también servir en el aula para trabajar la multiculturalidad, tan importante en nuestros días.
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