Jacinto Benavente (1886-1954) fue uno de los dramaturgos españoles más importantes del siglo XX. Fue merecedor de galardones como el Premio Nobel de Literatura en 1922 o la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio en 1944. Fundó en 1908 un teatro para niños, que contó con la colaboración de Valle-Inclán, y del que forma parte la obra que nos ocupa El príncipe que todo lo aprendió en los libros. Un teatro que mezcla los motivos fantásticos y ambientes de cuento de hadas, con las enseñanzas morales.
En esta pieza, el protagonista, el Príncipe Azul, es enviado por sus padres, los reyes, a conocer el mundo, a conocer la aventura de vivir por sí mismo, acompañado por dos personajes que le ayudarán en su camino. El Príncipe ha recibido ya toda la instrucción que ha podido obtener de los libros y los maestros, y es momento ya de que conozca la realidad del mundo con sus propios ojos, para que cuando tenga que reinar lo haga con sabiduría. El tema de interés está en que esos libros que ha leído el Principe son cuentos de hadas. Su padre creyó que primero debía recibir instrucción de muchos maestros y después, cuando se cansara de tantas lecciones fastidiosas, prefiriera leer cuentos de hadas encantadores, porque según sus propias palabras, es mejor “asentar primero el terreno firme y sobre él esparcir la menuda arena en que puedan florecer los rosales, que no dejar caer sobre las flores las duras piedras del terreno firme” (Pág. 10).
De esta forma, el Príncipe empieza su viaje acompañado de su preceptor y de Tonino, su bufón. Dos figuras que intentarán ayudarle a tomar las decisiones acertadas; uno será la voz de la razón, del estudio de los libros, y el otro la de la espontaneidad y la experiencia de la vida. Ante las encrucijadas y peligros que se le irán presentando, el Príncipe escuchará a sus acompañantes, pero terminará haciendo lo que le dicta el corazón y lo que cree que debe hacer según los cuentos de hadas que ha leído. El preceptor no será capaz de ayudarle mucho, puesto que estará siempre con la nariz metida en sus libros, buscando las respuestas, y el bufón tomará el camino que ya ha conocido por su experiencia en los bosques, por los caminos cien veces recorridos. Se separarán y luego se volverán a juntar, pero los tres caminos serán necesarios para terminar bien la historia. De esto se desprende una moraleja muy clara: la ciencia, la experiencia y el corazón son necesarios para el crecimiento y la sabiduría de una persona. Si falta alguno de estos elementos la formación final no está completa, está coja. La ciencia por sí misma no puede explicarlo todo, la experiencia necesita la base de la ciencia para poder explicar el mundo, y el corazón necesita de ambos para llegar a un equilibrio. Es decir, la ciencia y la experiencia son fundamentales para nuestra formación, pero también necesitamos tener sueños y creer en ellos para poder hacerlos realidad.
Es una obra muy adecuada para los niños y se nota que fue creada con una clara intención educativa. Es entretenida, rápida, ágil, tiene acción, peligros, princesas, y todo lo necesario para mantener la atención de los alumnos y que éstos disfruten de la lectura. Estimula la imaginación, les enseña ciertos valores universales, tiene un lenguaje claro y sencillo y, además, puede ayudarles a desarrollar un mejor hábito lector, que es uno de los objetivos fundamentales que se intentan conseguir en las clases.
Ana Ferrández Cobo.
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