martes, 15 de noviembre de 2011

"La cabeza del dragón", Ramón del Valle-Inclán.

Esta obra de teatro, escrita por Valle-Inclán en 1910, estaba pensada especialmente para los niños y formó parte de la iniciativa “Teatro de los Niños” de Jacinto Benavente. La obra sólo se estrenó una vez y no tuvo éxito de público. La intención de este tipo de teatro para niños, olvidado por la mayoría de los dramaturgos, era de renovación y exigía que las obras fuesen asequibles para los niños, pero también susceptibles de ser disfrutadas por los adultos. La historia cuenta las vicisitudes del príncipe Verdemar, joven valiente y noble, que debe huir del castillo de su padre por mantener su palabra y liberar al duende en contra de la voluntad del Rey. En su camino encontrará a una princesa, la Infantina Blanca Flor, amenazada de muerte por un poderoso dragón, y que deberá dar la vida a cambio de la seguridad de su reino. Ayudado por el duende que había liberado, el príncipe Verdemar conseguirá salvar a la princesa y se casará con ella.

La cabeza del dragón, contiene todos los ingredientes necesarios para que los niños disfruten y aprendan, pero también tiene un trasfondo que los adultos sabrán apreciar. Durante la lectura descubrimos un mundo fantástico con princesas, dragones, héroes, magia, duendes, castillos, etc., y además, una serie de enseñanzas morales que los niños deben absorber. Un ejemplo claro de valor moral es el respeto a las mujeres que se respira en toda la obra, pero, especialmente, en la burla y el rechazo a la actitud de uno de los personajes: Espandián, el Bravo, arquetipo de hombre bruto y machista que trata a su mujer como si fuera un objeto de su propiedad que debe obedecerle sin quejarse, e incluso se entiende que ejerce sobre ella la violencia de género:

GEROMA: ¿Por qué?

EL BRAVO: Porque tú eres mía, según la Epístola de San Pablo. (...)

GEROMA: ¡Borracho, rufián, apalea mujeres!

Otro de los valores que se ensalzan es el del sacrificio, encarnado en el personaje de la Infantina Blanca Flor:

LA INFANTINA: Descansar a mi gusto, Señor Maestro de Ceremonias. Voy a morir para salvar al reino de ser destruido, no para que vos hagáis alarde de vuestra ciencia (…). Sois en el reino de mi padre el más sabio de los tontos. Pero yo soy una niña que sólo sabe morir por salvaros a todos.

La obra contiene un argumento ágil y entretenido, cargado de acción, aventura, amor y fantasía que conseguirá que los niños se enganchen y disfruten con su lectura. El lenguaje es sencillo y los personajes tienen un aire pueril. Es una buena ocasión para demostrarles que la literatura también es una fuente de placer, además de una ayuda a su crecimiento y formación como personas. A pesar de que la historia en sí puede calificarse de “infantil”, esta obra podría leerse en cualquier curso porque contiene un trasfondo de crítica social, política y literaria, que también podrían identificar los alumnos de edades más avanzadas.

Ana Ferrández Cobo.


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