viernes, 16 de diciembre de 2011


Alicia en el País de las Maravillas

Lewis Carroll

Una tarde de verano de 1862, Charles Dodgson, más conocido como Lewis Carroll, le contaría a Alicia Liddell y a sus dos hermanas un cuento. Fue tan interesante la historia que la niña le pidió que la redactara para ella. Así surgió “Alicia en el País de las Maravillas”, uno de los clásicos infantiles más reconocidos en el mundo entero. Tres años después, en 1865, Carroll le pidió el ejemplar que le regaló para su publicación. Desde entonces, esta obra deleita al publico infantil y asombra al público adulto gracias a la maestría del uso del lenguaje y el mundo fantástico que crea el autor.

“Alicia en el País de la Maravillas” mezcla la fantasía que puede tener un niño con lo irreal de un sueño, de este modo, es complicado hacer un resumen de la obra sin que pierda la esencia que la hace inolvidable. Por este motivo he decidido resaltar algunos de los aspectos que convierten la obra en una novela única e inigualable.

Carrol utiliza un estilo rápido, con una secuencia de situaciones inesperadas, tanto verosímiles como absurdas. Estas situaciones se van interponiendo, dejando al lector con ganas de explorar más detenidamente lo anterior, y al mismo tiempo, con ansias de introducirse en la nueva aventura. Podríamos decir que Carroll crea un mundo dinámico lleno de alegría, tristeza, humor, emoción y ansiedad.

Alicia es una niña inglesa en la época Victoriana. A través de la obra, Alicia recuerda su vida anterior, que es sumamente convencional. Ahora, en su sueño, emerge una Alicia revolucionaria. Por un lado, se da cuenta de que todo lo que ella conoce, como las poesías o las tablas de multiplicar, no significan lo que ella pensaba. Personalmente, opino que el mundo imaginario que crea Alicia es el que realmente interesa a una niña de su edad. Por otra parte, Alicia pierde la inocencia infantil, planteándose cuestiones en las que jamás había pensado, como la medida del tiempo, la naturaleza del mundo e incluso preguntas geográficas, astronómicas y científicas. Por último, los cambios bruscos de tamaño que tanto le frustran en la obra, podría ser un símbolo de la insatisfacción de tener que enfrentarse a la pubertad, en otras palabras, de crecer.

Al haber leído la obra en inglés y español, puedo asegurar que la traducción no logra el efecto literario que propone Carroll, y a veces se pierde la esencia de su contenido. Entre otros ejemplos, Alicia confunde las palabras “cuento” (tale) y “cola” (tail), y es incapaz de comprender lo que le quieren decir. Cuando la tortuga le explica el horario de sus lecciones, que un día son 10 horas, al día siguiente 9, y así sucesivamente, Grifo le dice: . Como todo es posible en el País de las Maravillas, y nada sigue un orden establecido, Carroll hace mutaciones de palabras y frases, jugando con la lengua y creando así un mundo curioso y confuso, casi sin sentido. Un juego de palabras que me gustaría destacar es cuando Alicia dice que si no ha tomado té, difícilmente podría tomar más, mientras que el sombrerero argumenta que lo que no podrá hacer es tomar menos, y que siempre e más fácil tomar más que nada.

Otro factor que seduce tanto a niños como a adultos es el humor. La obra está repleta de elementos cómicos, como que los animales manden sobre los humanos, que le ofrezcan vino cuando la botella está vacía, o que algunos personajes estén atrapados en el tiempo porque se les ha roto el reloj.

En conclusión, “Alicia en el País de las Maravillas” es una obra fascinante que difícilmente puede trasladarse a otro idioma o a la pantalla de una manera completamente fiel. He disfrutado muchísimo con la lectura de este libro, y pienso que un adulto disfrutará como un niño leyéndola y apreciando toda su simbología.

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