Ana María Matute, quizá más conocida por novelas como Los Abel u Olvidado Rey Gudú, nace en Barcelona en 1925. Comienza su recorrido literario a muy temprana edad —su primer cuento lo escribe con tan solo 5 años al recuperarse de una enfermedad—, pero no ve publicada su primera novela (la ya mencionada Los Abel) hasta 1948. Solo cinco años después logrará el primero de una serie de premios que culmina con el Premio Cervantes que obtuvo en 2010 y el Premio de la Crítica de la Feria del Libro de Bilbao, del año siguiente.
La estética de sus obras se caracteriza por aunar la crítica social heredada de la corriente realista que predominaba en la época en la que comenzó a escribir y universos más cargados de lirismo. En un punto intermedio de esta dicotomía se encuentra «El polizón del “Ulises”», ganador del Premio Lazarillo de literatura infantil en 1965. En él podemos encontrar el mundo de fantasía propio de la literatura infantil, pero ello no es óbice para encontrar también un mensaje más profundo ni para que no se vean reflejados elementos sociales, aunque sin una carga ideológica evidente.
Jujú, el protagonista de este cuento, es un niño que llega una noche a casa de tres hermanas solteras y sin hijos que lo adoptarán, criarán y ayudarán a crecer. Aunque cada una de ellas tiene un plan de futuro para Jujú, él no dejará de pensar en el mar, y por ello pasa todo el tiempo que puede en un desván que le sirve de barco en su imaginación, el «Ulises». Un día de invierno se encuentra con un preso que se había dado a la fuga. Al principio le proporciona comida bajo coacción, pero pronto descubrirá algo en su interior que le llevará a ayudarlo y convertirlo en polizón de su barco hasta que se recupere y pueda huir con él para ver el mar. Sin embargo, se tendrá que enfrentar a la dureza de la realidad cuando descubra que su polizón no es quien decía ser. No obstante, este será un desengaño que le permitirá madurar.
«El polizón del “Ulises”» puede ser una lectura interesante para cualquier adolescente, puesto que no es difícil establecer una identificación entre estos y el protagonista. Además, cuenta con la virtud de estar literariamente bien construido, con una estructura cerrada y un lenguaje, si bien sencillo y dirigido a un público adolescente, no por ello pobre o limitado.
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