“¡Felices los que saben hacer de la vida un bello
cuento…!” Sobre El Príncipe que todo lo
aprendió en los libros de Jacinto Benavente.
Todos soñamos con encontrar aquello que deseamos, con poner muchos “finales felices” en nuestras vidas, como los que nos leyeron o leímos en algún libro; pero, llevado al extremo, como todo, nuestra obcecación en esa búsqueda de la felicidad nos encamina por senderos que a veces pueden llevarnos a la más absoluta desdicha… o al “y comieron perdices” más grande de la historia.
Nos encontramos ante la obra teatral El príncipe que todo lo aprendió en los libros, escrita en 1909 por Jacinto Benavente (Madrid, 1866-1954) uno de los mayores y más reconocidos autores teatrales españoles, premio Nobel en 1922.
En la obra que nos ocupa encontramos a “El príncipe azul”, personaje principal de la historia, quien ha vivido toda su infancia apartado de la vida real por el deseo expreso de sus padres.
Nos encontramos ante la obra teatral El príncipe que todo lo aprendió en los libros, escrita en 1909 por Jacinto Benavente (Madrid, 1866-1954) uno de los mayores y más reconocidos autores teatrales españoles, premio Nobel en 1922.
En la obra que nos ocupa encontramos a “El príncipe azul”, personaje principal de la historia, quien ha vivido toda su infancia apartado de la vida real por el deseo expreso de sus padres.
Los Reyes le han proporcionado buenos profesores para su formación académica, pero no lo han preparado para enfrentarse a la realidad del mundo que lo rodea. Este hecho ocasiona que el príncipe azul tenga un conocimiento del mundo sustentado en la lectura de libros fantásticos.
Llegada cierta edad, ante la insistencia del príncipe azul, los Reyes deciden que su hijo conozca el mundo exterior, ya que debe estar preparado para ser el futuro rey. De este modo, lo
envían a “la vida” acompañado de un preceptor, para no descuidar sus estudios; y de un hombre de confianza, Tonino, que por la comicidad que manifiesta en sus palabras podemos interpretar como un bufón.
La meta del príncipe azul nada más abandonar su castillo es encontrarse frente a frente con todo aquello que ha leído; y que según él forma parte del mundo real que no ha visto nunca. Afronta de esta forma el camino más tenebroso porque sabe que en los libros siempre es
el que lleva a buen puerto al protagonista. Busca al “ogro devora hombres” en un acaudalado terrateniente que invita a comer a Tonino. O cree haber encontrado a su hada madrina en una vieja que habita en una choza.
Se convierte así el príncipe azul en un “Quijote” que, acompañado, de su Sancho- Tonino, quien cree en su fantasía, no es capaz de ver el peligro que le acecha, condicionado por esa visión del mundo que él tiene.
Lo único que no podemos reprochar al príncipe azul es que permanece fiel a sus principios, a sus convicciones, y lo hace hasta las últimas consecuencias. Sin embargo sí podemos realizar una doble lectura en cuanto a la educación que recibe el príncipe; ya que como lectores intuimos que la crítica teatral se centra en la sobreprotección que los padres ejercen sobre el
príncipe, la cual le perjudica, lejos de hacerle un favor.
La moraleja que podemos extraer, ciento dos años después de que la obra fuera escrita, es que la providencia premia a los valientes, a los que deciden seguir fieles a sus principios por encima de todo aunque el mundo diga lo contrario; porque los finales felices dependen, también
en la vida real, de que seamos nosotros los que creamos en lo que creemos. “¡Felices los que saben hacer de la vida un bello cuento…!”(BENAVENTE 1992:79) .
Llegada cierta edad, ante la insistencia del príncipe azul, los Reyes deciden que su hijo conozca el mundo exterior, ya que debe estar preparado para ser el futuro rey. De este modo, lo
envían a “la vida” acompañado de un preceptor, para no descuidar sus estudios; y de un hombre de confianza, Tonino, que por la comicidad que manifiesta en sus palabras podemos interpretar como un bufón.
La meta del príncipe azul nada más abandonar su castillo es encontrarse frente a frente con todo aquello que ha leído; y que según él forma parte del mundo real que no ha visto nunca. Afronta de esta forma el camino más tenebroso porque sabe que en los libros siempre es
el que lleva a buen puerto al protagonista. Busca al “ogro devora hombres” en un acaudalado terrateniente que invita a comer a Tonino. O cree haber encontrado a su hada madrina en una vieja que habita en una choza.
Se convierte así el príncipe azul en un “Quijote” que, acompañado, de su Sancho- Tonino, quien cree en su fantasía, no es capaz de ver el peligro que le acecha, condicionado por esa visión del mundo que él tiene.
Lo único que no podemos reprochar al príncipe azul es que permanece fiel a sus principios, a sus convicciones, y lo hace hasta las últimas consecuencias. Sin embargo sí podemos realizar una doble lectura en cuanto a la educación que recibe el príncipe; ya que como lectores intuimos que la crítica teatral se centra en la sobreprotección que los padres ejercen sobre el
príncipe, la cual le perjudica, lejos de hacerle un favor.
La moraleja que podemos extraer, ciento dos años después de que la obra fuera escrita, es que la providencia premia a los valientes, a los que deciden seguir fieles a sus principios por encima de todo aunque el mundo diga lo contrario; porque los finales felices dependen, también
en la vida real, de que seamos nosotros los que creamos en lo que creemos. “¡Felices los que saben hacer de la vida un bello cuento…!”(BENAVENTE 1992:79) .
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