Jordi Sierra i Fabra nace en Barcelona en 1947 y apenas 12 años después, en 1959, escribe su primera novela. Durante toda su vida combinará su dedicación al mundo de la literatura y al de la música. Dentro de este, destaca su cargo de director de la revista Disco Express y sus constantes aportaciones dando inicio a series de libros sobre la historia del rock o actividades similares. A partir de los años 70-80 dedicará casi toda su atención a la literatura juvenil (comienza a dar charlas en institutos a partir de 1982 y ganará el Premio Gran Angular de literatura juvenil tres veces entre 1981 y 1991), convirtiéndose en un autor prolífico que llegará hasta a publicar más de una obra por año, especialmente a partir de los años 90. De hecho, solo contando con sus obras destinadas específicamente a jóvenes y adolescentes, el total supera la cifra de las 200, algunas de las cuales lo hicieron tanto en castellano como en catalán.
Los géneros por los que ha pasado son variados, desde la novela negra hasta la ciencia ficción. Sin embargo, se le ha reprochado, debido a la magnitud de su producción literaria, que no haya sido capaz de mantener siempre el mismo nivel de calidad, por lo que es frecuente encontrar libros de calidad muy diversa.
Campos de fresas, publicada también bajo el título de Camps de maduixes en 1997, narra las diferentes reacciones de un grupo de amigos que consume drogas de diseño cuando una de las chicas del grupo, Luciana, tras haber consumido una que resultaba estar adulterada, entra en coma. El tiempo del relato no ocupa más de un día, pero en la estructura de la obra se van enlazando las visiones de cada uno de sus amigos dando lugar a una panorámica compleja. Todos los personajes aparecen sucintamente caracterizados físicamente, lo cual permite al lector visualizarlo, pero dejando cierto espacio para que él termine de crearlo en su mente. Incluso Luciana aparece como personaje activo, ya que se escucha su voz a través de sus pensamientos.
Aunque las drogas son el tema principal que vertebra toda la obra, no es el único tema adolescente que aparece, sino que Sierra i Fabra construye una historia que conjuga todas aquellas situaciones susceptibles de despertar el interés de un adolescente, como los trastornos de la alimentación, el amor, la justicia o el comportamiento ético.
La parte positiva de proponer esta obra como lectura en el aula es que el tema del que trata es cercano —cada vez más— al adolescente, y puede sentirse identificado con muchas de las situaciones que se plantean, así como adquirir herramientas para poder actuar frente a estas. Sin embargo, considero que los pasos que un lector debería seguir son diferentes, ya que literariamente hay propuestas mejores que también pueden ofrecer mensajes de carácter moral o con experiencias que puedan serles útiles a los adolescentes. En este caso, encontramos las características opuestas: en torno a un mensaje se ha construido una novela, y, aunque depende de los objetivos que se tenga al proponerla como lectura y el enfoque que se le dé en el aula, es cierto que el hecho de haber cogido un tema tan específico y dirigido directamente al adolescente mensaje va en detrimento de la calidad literaria de la obra.
Los géneros por los que ha pasado son variados, desde la novela negra hasta la ciencia ficción. Sin embargo, se le ha reprochado, debido a la magnitud de su producción literaria, que no haya sido capaz de mantener siempre el mismo nivel de calidad, por lo que es frecuente encontrar libros de calidad muy diversa.
Campos de fresas, publicada también bajo el título de Camps de maduixes en 1997, narra las diferentes reacciones de un grupo de amigos que consume drogas de diseño cuando una de las chicas del grupo, Luciana, tras haber consumido una que resultaba estar adulterada, entra en coma. El tiempo del relato no ocupa más de un día, pero en la estructura de la obra se van enlazando las visiones de cada uno de sus amigos dando lugar a una panorámica compleja. Todos los personajes aparecen sucintamente caracterizados físicamente, lo cual permite al lector visualizarlo, pero dejando cierto espacio para que él termine de crearlo en su mente. Incluso Luciana aparece como personaje activo, ya que se escucha su voz a través de sus pensamientos.
Aunque las drogas son el tema principal que vertebra toda la obra, no es el único tema adolescente que aparece, sino que Sierra i Fabra construye una historia que conjuga todas aquellas situaciones susceptibles de despertar el interés de un adolescente, como los trastornos de la alimentación, el amor, la justicia o el comportamiento ético.
La parte positiva de proponer esta obra como lectura en el aula es que el tema del que trata es cercano —cada vez más— al adolescente, y puede sentirse identificado con muchas de las situaciones que se plantean, así como adquirir herramientas para poder actuar frente a estas. Sin embargo, considero que los pasos que un lector debería seguir son diferentes, ya que literariamente hay propuestas mejores que también pueden ofrecer mensajes de carácter moral o con experiencias que puedan serles útiles a los adolescentes. En este caso, encontramos las características opuestas: en torno a un mensaje se ha construido una novela, y, aunque depende de los objetivos que se tenga al proponerla como lectura y el enfoque que se le dé en el aula, es cierto que el hecho de haber cogido un tema tan específico y dirigido directamente al adolescente mensaje va en detrimento de la calidad literaria de la obra.
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