viernes, 16 de diciembre de 2011

“Nada es real, no hay nada por lo que preocuparse. Campos de fresas para siempre”



Campos de fresas, escrita por Jordi Sierra i Fabra es una novela coral donde todos los acontecimientos y todos los personajes son esenciales. La trama se desarrolla en un tiempo exacto, unos cuantos días, en los cuales Luciana entra en coma por tomarse una pastilla de éxtasis.
Luciana plasma sus pensamientos en forma de monólogo cuando vienen a visitarla al hospital las personas que forman su entorno más cercano, hablando consigo misma sobre una paz que reconoce como el cielo, y que la empuja para abandonar la vida terrenal. Éste sería uno más de los tópicos en los que creemos, la existencia de “algo” tras la muerte, pero no lo percibo como un factor negativo que debamos imponer a los jóvenes, sino como un detonador que les haga pensar sobre el más allá y cómo aprovechar los momentos en el más acá.
Por otra parte, podemos visionar cómo viven el amor los adolescentes con la relación entre Eloy y la protagonista, y las discusiones y malos tragos que se pasa en la pareja al relatar las reacciones de Santi y Cinta tras ingresar a su amiga.
Percibimos el sufrimiento vivido por los padres, en los padres de la protagonista, que ven pasar las horas del reloj mientras su hijita se debate entre la vida y la muerte, y también en los padres de Loreto, que sufre porque su hija tiene bulimia y no sabe cómo ayudarla. Es provechoso leer cómo se sienten los progenitores en situaciones que no pueden controlar, y cómo deben educar a sus hijos para que sepan elegir lo que más les convenga. No sólo se describe el entorno de las salidas nocturnas, el alcohol y las drogas sino que también Loreto relata las emociones que siente al observarse ante el espejo y al verse ante la taza del váter tomando la decisión de si seguir con sus antiguas costumbres u optar por actuar con valentía no provocándose vómitos. Esos diálogos consigo misma resultan una apuesta magníficamente enfocada.
Y en fragmentos más nimios también percibimos la morbosidad y la ética profesional de un periodista que miente a Norma, la hermana de Luciana, para hacerle unas impactantes fotos en la camilla, que lograrán vender más ejemplares de su periódico.
Por último nos deja ver la vida de un pobre y desgraciado camello y de su adinerado jefe, los cuales trafican con drogas consiguiendo que nos planteemos la moral humana.
Tal vez sí sea una obra repleta de topicazos, donde el final feliz se vislumbra al paso de la lectura, pero dudo que nadie pueda discutir que se trata de una novela escrupulosamente escrita y que saca a escena temas como la amistad, la independencia, la culpabilidad, la construcción de la personalidad y por supuesto la taxativa negación ante el consumo de drogas.
El título hace referencia a una canción de John Lenon, no existe un mañana, vivamos el momento, ¿no es la adolescencia el momento más certero de nuestras vidas donde el sentimiento de carpe diem se toma como referencia o al pie de la letra?

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